miércoles, 15 de junio de 2011

¿Va Francia demasiado lejos con la prohibición del burka? Por John Graz

Por qué prohibir lo que es culturalmente diferente amenaza la libertad religiosaAl informar de una nueva ley en Francia que prohíbe a las mujeres llevar un velo que cubra todo el rostro en público, los medios de comunicación se han centrado en las voces de protesta de los líderes religiosos y defensores de los derechos humanos. Y aún así, es importante notar que esta ley disfruta de un amplio apoyo popular, no sólo en Francia, sino a lo largo y ancho de Europa.

Las encuestas muestran que en muchos países europeos, la aprobación de leyes similares tendrían un importante apoyo popular. Algunos países, incluyendo Holanda, Italia, Bélgica, Alemania y Austria, ya están mostrando señales de seguir el ejemplo de Francia.

¿Qué está marcando la tendencia?

Según el presidente francés, Nicolás Sarkozy, la prohibición del burka representa un intento de proteger la dignidad e igualdad entre las mujeres francesas. Aunque queda claro que el movimiento hacia la prohibición del uso del velo en público en Francia contiene un fuerte componente político calculado.

No obstante, hay algo más que una estrategia política detrás de esto. Francia, y de hecho gran parte de Europa, tiene una historia accidentada cuando se trata de relacionarse con las minorías religiosas.

Recuerdo las notables "listas de sectas" desarrolladas durante las leyes anti-culto en la Francia de principios de la década de 2000, una lista que en una ocasión fue usada por las agencias gubernamentales para denegar derechos a incluso religiones reconocidas y establecidas durante mucho tiempo.

Y entonces llegó la enmienda de 2004 al Código de Educación Francés que prohibió de forma efectiva los pañuelos en la cabeza en las escuelas públicas.

¿Es diferente con el burka?

En noviembre de 2009, cuando los suizos votaron en referéndum prohibir la construcción de minaretes, el ministro de asuntos exteriores francés Bernard Koucher calificó la prohibición como "intolerante", "prejuiciada", y afirmó que ascendía al grado de "opresión religiosa".

Aún así, ahora el gobierno del Sr. Sarkozy dice que prohibir el burka no tiene nada que ver con la religión.

¿Es diferente el caso del burka? ¿Es un símbolo religioso o un símbolo de represión femenina? ¿Pueden elegir las mujeres llevarlo, o se les obliga? ¿La "ley del burka" libera a las mujeres de una "práctica medieval y opresiva"? ¿Ayuda a crear una sociedad más libre y equilibrada? ¿Defiende los derechos y la dignidad de las mujeres?

Algunos argumentarán que un Estado democrático no sólo tiene el derecho, sino la responsabilidad de limitar la expresión religiosa cuando viole el núcleo de los valores sociales o culturales. Razonan: Si la prohibición del burka puede ser cuestionada con base en la libertad religiosa, entonces, ¿qué será lo próximo? ¿Se podría proteger la poligamia? ¿O apedrear a aquellos que decidan cambiar de religión? Seguramente en algún punto el Estado puede señalar el límite.

Otros argumentan que la nueva ley francesa protege a las mujeres de aquellos que las obligan a llevar el burka en contra de su voluntad. Pocas personas podrán cuestionar la necesidad de una ley que defienda la libre elección de las mujeres en este sentido. Pero ¿qué sucede con aquellas mujeres que claramente aseveran que llevar el velo es una parte esencial de su expresión religiosa, y eligen libremente llevarlo puesto? Al forzar a las mujeres a no llevar el burka, el gobierno francés ¿también se ve involucrado al coercer a las mujeres a actuar en contra de su libertad de elección individual?

Y entonces están las preguntas perennes sobre "cultura" e "integración". Cuando voy a Oriente Medio, o a Asia, o África, intento cumplir con algunas normas básicas culturales. ¿Podrían los franceses estar en lo correcto al decir: "Nadie te ha obligado a venir a nuestro país, así que si vienes, no nos impongas tu cultura". O como dijo Damien Green, ministro de inmigración de Reino Unido: "Si usted viene a Gran Bretaña, debe aceptar los valores británicos."

Entiendo la preocupación de los franceses, pero creo que el intento de legislar los cambios culturales es una empresa peligrosa que muy a menudo compromete los derechos humanos fundamentales. Surge la cuestión: ¿Quién debería arbitrar en la sociedad entre las competencias de valores sociales o culturales? ¿Quién decide qué valores deberían ser promovidos y protegidos, o cuáles deberían ser anulados? Y si en una práctica religiosa, sucede que surge un conflicto con otro valor cultural, ¿debería decidirse el "ganador" por la opinión de la mayoría? ¿O hay consideraciones más profundas a tener en cuenta?

La ley del burka se dirige a una población específica: los seis millones de musulmanes en Francia y, de forma más específica, la muy pequeña minoría de mujeres que llevan el burka. Pero los intentos de integrar este grupo a través de la legislación no tendrán los efectos deseados. Esta minoría simplemente aumentará en número y frustración. La verdadera integración cultural no puede ser implementada por la fuerza; solamente la educación, el estímulo, y el paso del tiempo probarán su efectividad en última instancia.

Y entonces, surgen problemas puramente prácticos asociados con la aplicación de esta nueva ley. ¿Cómo debe actuar la policía para asegurarse de que se respeta la ley? ¿Tendrá que arrestar a cada mujer que lleve un burka? ¿Eligirá el gobierno perseguir estos casos, incluso si las mujeres insisten que llevar el burka es una elección personal y una expresión integral de su fe religiosa?

¿Demasiado lejos?

El francés cree en la integración: "Si usted quiere vivir con nosotros, entonces siga nuestras costumbres." La sociedad americana cree en la integración también, pero no es menos exigente la fórmula: "¿Quiere unirse a nosotros? Puede conservar sus tradiciones y religión, pero obedezca nuestras leyes".

La libertad religiosa tiene un precio y conlleva ciertos riesgos. Pero en último caso, una nación que intenta proteger sus minorías produce una sociedad que está menos polarizada y, en última instancia, más libre. ¿Está yendo Francia demasiado lejos? ¿Está yendo Europa demasiado lejos? Mi respuesta es "Sí."

La inclinación a temer o desagradar aquello que es diferente no es sólo un defecto francés, es una tendencia humana muy común. Antes de arrojar la primera piedra, cada país debería revisar la forma en que trata a sus minorías religiosas.



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Fuente: ANN / Adventist News Nerwork
Autor: John Graz, (Doctor en Filosofía, Universidad de la Sorbona) es secretario-general de la Asociación Internacional de Libertad Religiosa / IRLA y director del Departamento de Relaciones Públicas y Libertad Religiosa de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Reconocido con la distinción First Freedom Award.




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